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Una representación diminuta de un cuarto en decadencia, tal vez por el olvido, la pobreza, la soledad; sentimientos que deben aflorar por medio de la figuración paupérrima de una cama desvencija, un pequeño altar con estampas igualmente patéticas a la carencia del lugar; alumbrado por parafinas a punto de consumirse. A un lado de la pared cuelgan tres fotografías cuidadosamente enmarcadas; pero que también guardan ese dejo de desilusión que se debe presentir en la atmósfera. Del lado contrario un cajón a manera de mesa, en el cual hay una hornilla y sobre esta una tetera hirviendo, varios pocillos y un viejo platón de peltre. Del techo cuelga una hamaca roída por el tiempo, los amores y las desgracias. Encerrando el minúsculo espacio; una serie de casas a manera de pueblo abandonado; en medio de este escenario Emilia da cuenta de las tragedias, amores, dolores e ilusiones de su vida y la de su familia.
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